Wednesday, April 28, 2010

La torre vig�a, de Ana Mar�a Matute

Seguramente mucha gente no conozca este novela, ya que cuando se habla de la Trilog�a Medieval de Ana M� Matute, la mayor�a de las veces se hace referencia a Olvidado Rey Gud� y muy pocas se habla de las novelas La torre vig�a y Aranmanoth -o se hace s�lo de pasada-. Sobre Gud�, quiz�s la opini�n mayoritaria sea que es un libro extra�o, uno de esos libros que marcan cuando se leen: o gusta mucho o no gusta nada, grande en todos los sentidos de la palabra. Y, sin embargo, cuando se trata de esta Trilog�a Medieval, yo siempre estoy m�s dispuesta a recomendar que se empiece por La torre vig�a o Aranmanoth que por Gud�. Sobre todo, por La torre vig�a. ;) Por muchos motivos, pero sobre todo porque, a pesar de ser una historia corta, o quiz�s precisamente en parte por eso, supone una buena introducci�n a los temas tratados por la autora, al lenguaje y a la atm�sfera fant�stica que se pueden encontrar en estos tres libros. Por lo que me he encontrado, me he llevado siempre la impresi�n de que Gud� puede abrumar a muchos con su forma de contar historias y su extensi�n si no se ha tomado un primer contacto con esta particular regi�n del pa�s de Fantas�a, y es una pena. Su t�tulo y fama atrae al curioso, pero siempre es mejor empezar por cualquiera de los otros dos, probar un peque�o bocado -que no menor- y decidir si nos gusta o no. Y vaya si puede llegar a gustar. 

Leer La torre vig�a fue descubrir toda una nueva forma de narrar una historia y de sumergirse en la fantas�a, algo que s�lo ocurre al acercarnos a uno de los grandes y ver que, por alguna raz�n, tambi�n participamos en parte de cierta visi�n del mundo. La historia se puede resumir como los primeros a�os de un joven y de su preparaci�n como caballero; se puede hablar de una infancia semisalvaje en casa de su padre, donde predomina la violencia, y su posterior formaci�n ya como adolescente en el castillo del bar�n Mohl, donde vuelve a reencontrarse con la inquietante presencia de sus tres hermanos mayores. Tambi�n se puede hablar de los caracteres opuestos y contradictorios del bar�n y la baronesa -la ogresa-, en realidad una forma m�s de querer elevarse sobre la barbarie, y de la presencia cont�nua de la Estepa. Muchos personajes -tambi�n los barones- parecen querer ver en el protagonista la esperanza de algo o le atraen hacia ellos mismos para huir de sus miedos y debilidades, a pesar de su apariencia brusca. Hacia el final, comienza su verdadera formaci�n como vig�a de la torre, momento en que todo se precipita y donde nada ser� lo que parec�a a simple vista en un principio. En resumen, un viaje que vale la pena realizar, un viaje en el que conocer a personajes como Mohl, la ogresa, Krim, el vig�a o el propio protagonista, de quien nunca llegamos a conocer el nombre...

Dejo aqu� un fragmento:

Tras contarme estas cosas, el muchacho vig�a parec�a muy fatigado.
-He sido mendigo salteador, guerrero a sueldo... -dec�a-. Y tambi�n aprendiz de alquimista. Pero, aunque entonces no lo supiera, la verdad es que siempre estuve aqu�.
Se�al� las almenas, que en aquel momento se encend�an.
-Alcanc� este lugar, y nada ni nadie me obligar� a descender de �l. S�lo espero a aquel capaz de reemplazarme, y continuarme... Porque, para mi mal, llegu� a esta torre cuando estaba muy fatigado, herido y manchado por la tierra. Mi fuego se ha diezmado en incontables cenizas, y no soy capaz de sobrevivirme.
-Nadie puede sobrevivirse -murmur�, ganado por su desaliento.
�l movi� la cabeza, con aquel gesto que nunca supe si era negaci�n o renuncia:
-Aquel alquimista a quien serv� no buscaba, en verdad, la f�rmula del oro, sino la continuidad de la vida. Algo que permita al hombre reemplazarse a s� mismo, y conseguir su verdadero ser. Aquel viejo dec�a a menudo que quien alcance esto (si llegaba alg�n d�a a existir) no vivir� apartado de los otros hombres, ni amurallado, ni oculto. Sino que, por el contrario, se prodigar� como la lluvia. Pero, joven caballero, no escuches estas necias memorias, pues mi viejo alquimista no dio con el secreto, ni obtuvo esa f�rmula. Aunque, a menudo, crey� rozarla con los dedos...
Una indignaci�n pueril, por injusta, me exalt�:
-�C�mo sabes que no lo consigui�, est�pido mendigo...?
-Yo no s� nada... -volvi� a decir, repleg�ndose, como un t�mido caracol-. S�lo te cuento lo que estos ojos vieron.

Y un enlace. ;)

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