Sunday, July 31, 2011

A los ni�os del aire

Tinap
En esta �poca del a�o, sentarse en cualquier parque o plaza equivale a verse envuelto en un alegre esc�ndalo de piares, mendigueos, revoloteos, acrobacias a�reas y torbellinos de plumas pardas. Las cr�as del gorri�n salieron del nido hace algunas semanas, pero siguen igual de escandalosas, curiosas e insistentes.

Esto me ha hecho recordar que siempre han estado ah�, formando tambi�n parte de mi historia. Todav�a recuerdo c�mo de ni�a un gorri�n tom� por costumbre frecuentar por un tiempo el balc�n de casa, yo le observaba desde cierta distancia mientras daba cuenta de los trozos de manzana que dejaba para �l. Tambi�n recuerdo, en los lejanos veranos del pueblo, los nidos de gorriones de finales de verano en alg�n agujero de cualquier pared, a la que nadie echaba cuenta a pesar de las idas y venidas de los padres. O, har� cosa de un par de veranos, de cierto ejemplar al que tuve que poner a resguardo despu�s de sufrir un peque�o accidente a�reo...

Es curioso, no es algo a lo que echemos cuenta, parte del paisaje la mayor�a de las veces. �A qui�n le interesa realmente? Los vemos sin mirar. Sin embargo, al observarlos, las ciudades dejan de ser un mundo aparte, el  territorio exclusivo del hombre, y sus astucias para conseguir comida son un gui�o descarado y travieso del mundo para quien quiera pararse a mirar. �Ser�amos iguales sin ellos? Porque hace ya tiempo que nos vienen avisando de que nos dejan, que cada vez hay menos, y eso no puede ser. Ya lo dijo Miguel Hern�ndez:
Los gorriones son los ni�os del aire, la chiquiller�a de los arrabales, plazas y plazuelas del espacio. Son el pueblo pobre, la masa trabajadora que ha de resolver a diario de un modo heroico el problema de la existencia. Su lucha por existir en la luz, por llenar de p�os y revuelos el silencio torvo del mundo, es una lucha alegre, decidida, irrenunciable. Ellos llegan, por conquistar la migaja de pan necesaria, a lugares donde ning�n otro p�jaro llega. Se les ve en los rincones m�s apartados. Se les oye en todas partes. Corren todos los riesgos y peligros con la gracia y la seguridad que su infancia perpetua les ha dado.

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