Pues sucede que julio me ha vuelto a traer recuerdos de cine de verano y vacaciones. No s� por qu�, a veces me sorprendo con la melod�a burlona que Max Steiner compuso para El halc�n y la flecha metida en la cabeza. Como si del gato de Cheshire se tratara, aparece entonces la sonrisa eterna de Burt Lancaster, que va vestido de Dardo y acompa�ado de Nick Cravat. Si se piensa bien, quiz�s esta aparici�n se pueda considerar un n�mero acrob�tico cl�sico, de los de toda la vida, esos en los que siempre lo dif�cil parece f�cil.
La historia contin�a desarroll�ndose, aparecen m�s personajes. Virginia Mayo va encadenada al paisaje: tras ella aparece un templo romano en ruinas que, sin embargo, parece alegre en medio del bosque. Nada que ver con las inmensas salas de cierto castillo en el que habita Ulrich... Los tejados, en cambio, est�n llenos de luz, son una v�a de escape y son para Rudi. Quiz�s esto sea una nueva acrobacia de Burt y Nick, porque cierto pensamiento acude a m� y cierra la trama:
No importa el poder que tenga el halc�n y la altura a la que vuele, la flecha del tiempo cazador siempre le acaba alcanzando. Una flecha burlona, que se r�e hasta de su sombra y que no le da importancia a su viaje porque sabe que no hay nada mejor que tener al tiempo de su parte.
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