Monday, July 26, 2010

Ella: una historia de aventuras

El t�tulo no miente: si de algo podemos estar seguros en esta novela de Henry Rider Haggard es de que es una magn�fica novela de aventuras, una buena lectura para estas fechas. Una historia de aventuras en �frica, de exploradores del siglo XIX; una historia de fantas�a y de terror, donde todo es posible; y, sobre todo, la historia de una protagonista que no s�lo alcanza la inmortalidad en el libro sino que ha conseguido convertirse en uno de los personajes m�s carism�ticos y atemporales de la literatura popular, inspirando a su vez a un buen n�mero de autores. Mucho se ha escrito sobre Ayesha, pero mejor es acercarse a lo que nos dej� escrito Haggard sobre Ella.

La historia comienza con nuestro narrador, Horace Holly, tutor de Leo Vincey. �l es quien nos gu�a a trav�s de toda esta aventura y quien acompa�a a Leo a �frica para llegar hasta el fondo de un misterio instalado en la familia Vincey desde hace m�s de dos mil a�os: la b�squeda de una reina inmortal de la que una antigua tradici�n familiar les exige vengarse. Siguiendo el hilo de esta extra�a historia, Holly y Leo llegan a la ciudad de K�r, lugar en el que se oculta Ayesha y territorio del actual pueblo de los amahagger, la cuna de una antigua civilizaci�n desaparecida. Todo en la ciudad recuerda el esplendor pasado y el extra�o cataclismo que la hizo desaparecer: sus obras sirven muchas veces de excusa para hacernos mostrar las diferencias de car�cter de Holly y Ayesha, dando algo de profundidad a la historia, y sus numerosas tumbas e historias crean un ambiente inquietante: el de la constante presencia de la muerte en un lugar en el que reina un ser que alcanz� la inmortalidad. Porque la novela es, en parte, la historia de esta inmortalidad: la forma en la que Ayesha aguarda durante milenios el regreso de alguien con quien compartirla, a solas con sus recuerdos y con sus penas, capaz de lo mejor y de lo peor. Quiz�s sea �ste parte de su encanto, la historia de un personaje que no se detiene ante nada, ni siquiera ante la muerte porque, incluso si ha de sucumbir, de una cosa podemos estar seguros: ser� por poco tiempo, ser� para volver. ;)

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