Monday, September 21, 2009

Gom jabbar


��Ves esto? �pregunt�. Sac� de entre los pliegues de su ropa un cubo de metal verde que ten�a alrededor de quince cent�metros de lado. Lo hizo girar, y Paul vio que uno de sus lados estaba abierto...negro y extra�amente aterrador. Ninguna luz penetraba en su abierta oscuridad.
�Mete tu mano derecha en esta caja �dijo ella.
El miedo se apoder� de Paul. Retrocedi�, pero la vieja mujer dijo:
��Es as� como obedeces a tu madre?
Afront� la mirada de sus brillantes ojos de p�jaro.
Lentamente, consciente de las compulsiones que surg�an de su interior y no pod�a rechazar, Paul meti� su mano dentro de la caja. Al principio experiment� una sensaci�n de fr�o a medida que la oscuridad se acercaba en torno a su mano, despu�s sinti� el contacto del liso metal en sus dedos y un hormigueo, como si su mano se adormeciera.
Una mirada de rapaz apareci� en el rostro de la vieja mujer. Apart� su mano derecha de la caja y la puso, cerrada, al lado de la nuca de Paul. Este vio un destello met�lico y quiso volver la cabeza.
��Quieto! �dijo ella secamente.
�Est� usando de nuevo la Voz!
Ella observ� de nuevo fijamente su rostro.
�Tengo sujeto el gom jabbar cerca de tu cuello �dijo�. El gom jabbar, el peor enemigo. Es una aguja con una gota de veneno en la punta. �Quieto! No te muevas, o el veneno te morder�.
Paul intent� deglutir, pero su garganta estaba seca. No consegu�a apartar su atenci�n de aquel viejo rostro arrugado, aquellos ojos brillantes, aquellas enc�as p�lidas, aquellos dientes de metal plateado que brillaban a cada palabra.
�El hijo de un Duque debe saber acerca de venenos �dijo�. Es algo de nuestro tiempo, �no? El Musky, para envenenar tu bebida. El Aumas, para envenenar tu comida. Los venenos r�pidos, los venenos lentos y los intermedios. Este es uno nuevo para ti: el gom jabbar. S�lo mata a los animales.
El orgullo domin� el miedo de Paul.
��Pretend�is insinuar que el hijo de un Duque es un animal? �pregunt�.
�Digamos que sugiero que puedes ser humano �dijo�. �No te muevas! Te lo advierto, no intentes escapar de mi lado. Soy vieja, pero mi mano puede clavar esta aguja en tu cuello antes de que consigas alejarte lo suficiente.
��Qui�n sois? �sise� Paul�. �C�mo hab�is hecho para enga�ar a mi madre y conseguir que me dejara a solas con vos? �Hab�is sido enviada por los Harkonnen?
��Los Harkonnen? �Cielos, no! Ahora, c�llate �un seco dedo toc� su nuca, y tuvo que refrenar su involuntaria urgencia de escapar de all�.
�Muy bien �dijo ella�. Has pasado la primera prueba. Ahora, esto es lo que falta: si retiras tu mano de la caja, morir�s. Esta es la �nica regla. Deja tu mano en la caja, y vivir�s. Qu�tala, y morir�s.
Paul inspir� profundamente para evitar un estremecimiento.
�Si llamo, en un momento esto estar� lleno de sirvientes que caer�n sobre vos, y ser�is vos quien morir�.
�Los sirvientes no ir�n m�s all� de donde est� tu madre, custodiando esta puerta. Puedes estar seguro. Tu madre sobrevivi� a esta prueba. Ahora ha llegado tu turno. Si�ntete honrado. Es raro que sometamos a los chicos a ella.
La curiosidad redujo el miedo de Paul hasta un nivel controlable. Hab�a detectado la verdad en las palabras de la vieja mujer, no pod�a negarlo. Si su madre estaba all� fuera de guardia... si realmente se trataba de una prueba... Y fuera como fuese, sab�a que no pod�a sustraerse a ella, atrapado por aquella mano cerca de su nuca: el gom jabbar. Trajo a su mente las palabras de la Letan�a contra el Miedo del ritual Bene Gesserit, tal como su madre se las hab�a ense�ado:
�No conocer�is al miedo. El miedo mata la mente. El miedo es la peque�a muerte que conduce a la destrucci�n total. Afrontar� mi miedo. Permitir� que pase sobre m� y a trav�s de m�. Y cuando haya pasado, girar� mi ojo interior para escrutar su camino. All� donde haya pasado el miedo ya no habr� nada. S�lo estar� yo.�
Sinti� que la calma volv�a a �l y dijo:
�Terminemos ya con esto, vieja mujer.
��Vieja mujer! �grit� ella�. Tienes valor, no puede negarse. Bien, vamos a ver esto, se�or m�o �se inclin� hacia �l y su voz se convirti� en un susurro�. Vas a sentir dolor en la mano, y mi gom jabbar tocar� tu cuello... y la muerte ser� tan r�pida como el hacha del verdugo. Retira la mano, y el gom jabbar te matar�. �Has comprendido?
��Qu� hay en la caja?
�Dolor.
El escozor se hizo m�s intenso en su mano. Apret� los labios. �C�mo es posible que esto sea una prueba?, se pregunt�. El escozor se convirti� en comez�n.
��Has o�do hablar de los animales que se devoran una pata para escapar de una trampa? �dijo la vieja mujer�. Esa es la astucia a la que recurrir�a un animal. Un humano permanecer� cogido en la trampa, soportar� el dolor y fingir� estar muerto para coger por sorpresa al cazador y matarlo, y eliminar as� un peligro para su especie.
La comez�n aument� en intensidad, hasta llegar a quemar.
��Por qu� me hac�is esto? �pregunt�.
�Para determinar si eres humano. Ahora, silencio.
Paul cerr� fuertemente su mano izquierda, mientras la sensaci�n de quemadura aumentaba en la otra mano. Crec�a lentamente: calor y m�s calor... y m�s calor. Sinti� que las u�as de su mano izquierda se clavaban en su palma. Intent� sostener los dedos de su mano que ard�a, pero no consigui� moverlos.
�Se est� quemando �sise�.
��Silencio!
El dolor ascendi� por su brazo. El sudor perl� su frente. Cada fibra de su cuerpo le gritaba que retirara su mano de aquel pozo ardiendo... pero... el gom jabbar. Sin volver la cabeza, intent� mover sus ojos para ver aquella terrible aguja envenenada acechando a su cuello. Se dio cuenta de que jadeaba e intent� dominarse sin conseguirlo.
�Dolor!
Su mundo se vaci� por completo excepto su mano derecha inmersa en aquella agon�a y aquel rostro surcado de arrugas que lo miraba fijamente a pocos cent�metros del suyo.
Sus labios estaban tan secos que le cost� separarlos.
�Quema! �Quema!
Le pareci� que la piel de aquella mano agonizante se arrugaba y ennegrec�a, se agrietaba, ca�a, dejando tan s�lo huesos carbonizados.
�Y luego todo ces�!
Como un interruptor que hubiera cortado el flujo de la corriente, el dolor ces�.
Paul sinti� que su brazo derecho temblaba, el sudor segu�a chorreando por todo su cuerpo.
�Ya basta �murmur� la vieja mujer�. �Kull wahad! Ning�n hijo de mujer hab�a tenido que soportar nunca tanto. Es como si hubiera querido que fracasaras �se retir�, apartando el gom jabbar de su cuello�. Retira tu mano de la caja, joven, y m�ratela.
Reprimi� un estremecimiento de dolor, y mir� fijamente el oscuro hueco donde su mano, como movida por voluntad propia, se obstinaba en permanecer. El recuerdo del dolor le imped�a el movimiento. La raz�n le susurraba que no iba a sacar m�s que un mu��n renegrido de aquella caja.
��Ret�rala! �restall� ella.
Sac� la mano de la caja y la mir�, at�nito. Ni una se�al. Ning�n signo de la agon�a sufrida por su carne. Alz� la mano, la gir�, distendi� los dedos.
�Dolor por inducci�n nerviosa �dijo ella�. No puedo ir por ah� mutilando potenciales seres humanos. De todos modos, habr�a m�s de uno que dar�a su mano por conocer el secreto de esta caja �la tom� y la sumergi� entre los pliegues de su ropa.
�Pero el dolor... �dijo Paul.
�El dolor �sorbi� ruidosamente�. Un humano puede dominar cualquier nervio del cuerpo.
Paul not� que su mano izquierda le dol�a, la abri�, y descubri� cuatro sangrantes marcas all� donde las u�as se hab�an clavado en su palma. Dej� caer la mano a lo largo de su costado y mir� a la vieja mujer.
��Hicisteis esto mismo a mi madre?
��Has tamizado nunca arena? �respondi� ella.
La tangencial agresividad de su pregunta desencaden� en su mente un nivel m�s alto de consciencia.
Tamizar la arena. Asinti�.
�Nosotras, las Bene Gesserit, tamizamos a la gente para descubrir a los humanos.
El levant� la mano derecha, intentando hallar el recuerdo de su dolor.
��Y eso es todo... el dolor?
�Te he observado en tu dolor, muchacho. El dolor es tan s�lo el eje de la prueba. Tu madre te ha ense�ado la forma en que observamos. He visto en ti los signos de esta ense�anza. Nuestra prueba consiste en provocar una crisis y observar.
El tono de su voz confirmaba sus palabras. Paul dijo:
�Es cierto.
Ella le mir�. �Percibe la verdad! �Quiz� sea el que estamos buscando? �Quiz� sea realmente el que estamos buscando? Refren� su excitaci�n, record�ndose a s� misma: La esperanza ofusca la observaci�n.
�Sabes cuando la gente cree en lo que dice �indic�.
�Lo s�.
Los arm�nicos de su voz confirmaban su capacidad experimentada. Ella lo percibi� y dijo:
�Quiz� t� seas el Kwisatz Haderach. Si�ntate, hermanito, aqu� a mis pies.
�Prefiero estar de pie.
�Tu madre se sent� a mis pies, una vez.
�Yo no soy mi madre.
�Me detestas un poco �eh? �Mir� hacia la puerta y llam�: �Jessica!
La puerta se abri� y Jessica apareci� en el umbral, mirando la estancia con ojos duros. Se suavizaron al ver a Paul. Consigui� sonre�r d�bilmente.
�Jessica, �has dejado alguna vez de odiarme? �pregunt� la vieja mujer.
�Os quiero y os odio a la vez �dijo Jessica�. El odio... es a causa del dolor que nunca podr� olvidar. El amor... es...
�S�lo los hechos b�sicos �dijo la vieja mujer, pero su voz era suave�. Puedes entrar ahora, pero guarda silencio. Cierra esa puerta y aseg�rate de que nadie nos interrumpa.
Jessica entr� en la estancia, cerr� la puerta y se inmoviliz�, apoyada en ella. Mi hijo vive, pens�. Mi hijo vive y es... humano. Yo lo sab�a... pero... vive. Ahora yo tambi�n puedo seguir viviendo. El contacto de la puerta era duro y real contra su espalda. Todo en la estancia era inmediato y ejerc�a presi�n contra sus sentidos.
Mi hijo vive.
Paul miraba a su madre. Ha dicho la verdad. Hubiera querido irse y estar solo y pensar en aquella experiencia, pero sab�a que no podr�a hacerlo antes de recibir el permiso. La vieja mujer hab�a adquirido una especie de poder sobre �l. Han dicho la verdad. Su madre hab�a pasado aquella misma prueba. La finalidad de todo aquello deb�a ser terrible... el dolor y el miedo hab�an sido terribles. Y conoc�a la naturaleza de todo aquello, las finalidades que se persiguen a toda costa, aquellas que traen consigo la propia urgencia de ser llevadas a cabo. Paul sent�a que aquella finalidad le hab�a sido inoculada. Pero no sab�a a�n cu�l era exactamente.
�Alg�n d�a, muchacho �dijo la vieja mujer�, t� tambi�n deber�s esperar fuera de una puerta como ella. Se necesita mucha voluntad para hacerlo.
Paul mir� su mano a trav�s de la cual hab�a pasado el dolor, luego mir� a la Reverenda Madre. El sonido de su voz conten�a una diferenciaci�n que la distingu�a de todas las otras voces que hab�a o�do su experiencia. Las palabras hab�an sido definidas, brillantes. Sinti� que cualquier pregunta que hubiera hecho habr�a recibido una respuesta que lo hubiera elevado fuera de su mundo carnal hacia algo m�s grande.
��Por qu� busc�is a los humanos? �pregunt�.
�Para hacerlos libres.
��Libres?

He aqu� uno de los fragmentos m�s conocidos de la novela de ciencia-ficci�n Dune de Frank Herbert. Uno de los m�s conocidos y celebrados, la prueba del gom jabbar, en la que se determina si los individuos son humanos o "solamente" animales. He de reconocer que a m� siempre me produjo inquietud todo lo que supone la prueba. Como reconoce Paul Atreides casi de inmediato, todo ello persigue una terrible finalidad. Una especie de examen en la que se determina tanto si el adiestramiento Bene Gesserit ha sido correcto como si la persona llevar� a cabo aquello que ellos deseen, si es capaz para el sacrificio. Dicho de otra manera, lo que se busca en la escena desdice las palabras de los personajes. M�s que hacerla libre, indica si la persona es utilizable. Quiz�s sea ese el mecanismo por el que la escena resulta tan extra�a y, a la vez, hipn�tica: las intenciones se exponen, pero no son tan evidentes como pudiera parecer en una primera lectura. Es la espada y la pared, son las cuerdas del ring, es tambi�n, por qu� no decirlo, la zanahoria en la cuerda (aguanta y tendr�s una recompensa al pasar la prueba). Resulta extra�o que no se comente as� m�s a menudo...Y sin embargo, es algo muy humano. Como era de esperar, nada sali� como esperaban...

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