Friday, September 9, 2011

Crionizada

Alliec
M�s que decir helada, claro. Cada cierto tiempo sale una noticia relacionada con la crionizaci�n humana. Es algo c�clico, no una novedad, es cierto. La de este final de verano ha sido que ya est�n aqu�. O por lo menos lo intentan.

Desde entonces no hago m�s que darle vueltas a una de las historias -reales- que nos cuenta el novelista Julian Barnes en su obra Nada que temer, un caso que refleja a la perfecci�n c�mo la realidad siempre termina por imponerse, por las buenas o por las malas. La vida es tragic�mica, qu� le vamos a hacer. Aunque me da que si la acci�n hubiese transcurrido en el siglo XIX en vez de en la actualidad... No s�, quiz�s hubiera tenido un cierto aire novelesco. Ahora... Sinceramente, no sabr�a describirlo.
Hist�ricamente, el Estado franc�s s�lo admit�a dos clases de seres humanos en su territorio: los vivos y los muertos. Nada m�s en medio. Si estabas vivo, te permit�an deambular y pagar impuestos. Si estabas muerto, ten�an que enterrarte o incinerarte. Cabr�a pensar que es una clasificaci�n t�picamente burocr�tica, por no decir ociosa. Pero har� unos veinte a�os su verdad jur�dica fue causa de disputa en los tribunales.

El caso se present� cuando una mujer apenas entrada en la mediana edad, a punto de morir de c�ncer, fue congelada cri�nicamente y depositada en una unidad de refrigeraci�n por su marido. El Estado franc�s, neg�ndose a aceptar que ella no estaba muerta, le exigi� que la sepultara o la incinerase. El marido llev� el caso a los tribunales y a la postre obtuvo el permiso de mantener a su esposa en el s�tano de su casa. Un par de decenios despu�s, �l tambi�n cuasi muri� y fue asimismo cri�nicamente congelado a la espera de la reuni�n conyugal que tan profundamente hab�a previsto.

Para los tanatoliberales, que buscan una posici�n intermedia entre el enfoque de libre mercado de la vida -tira el producto despu�s de usarlo- y la utop�a socialista de la eternidad para todos, la cri�nica podr�a ofrecer una respuesta. Te mueres, pero no mueres. Te extraen la sangre, te congelan el cuerpo y te mantienen vivo, o al menos no totalmente muerto, hasta que llegue el momento en que tu enfermedad sea ya curable, o la esperanza de vida se haya prolongado tanto que despiertes con muchos a�os nuevos por delante. La tecnolog�a reinterpreta la religi�n y depara una resurrecci�n creada por el hombre.

Esta historia francesa termin� hace poco de un modo l�gubremente conocido; un fallo el�ctrico elev� la temperatura de los cuerpos hasta un nivel que hizo imposible el retorno a la vida, y el hijo de la pareja tuvo que enfrentarse a la pesadilla de todos los due�os de un congelador. Lo que m�s me impresion� del episodio, sin embargo, fue la fotograf�a de peri�dico que lo ilustraba. Sacada en el s�tano de la casa francesa, mostraba al marido -a la saz�n �viudo� desde hac�a muchos a�os- sentado junto a la obsoleta maquinaria que albergaba a su mujer. Encima del congelador hab�a un florero y una fotograf�a enmarcada de la mujer en su seductora plenitud. Y all�, al lado de aquel recipiente de esperanza absurda, se sentaba un anciano demacrado y de aire deprimido.

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